El paciente con insuficiencia renal crónica en diálisis suele sufrir cambios psicológicos, sociales, en su estilo de vida y también en su vida espiritual, que no sólo lo afectan a él, sino a todo su entorno cercano.
Algunas personas aceptan el hecho de tener una enfermedad que necesitará tratamiento para el resto de sus vidas. Otros en cambio, tendrán problemas para ajustarse a los desafíos que esta nueva enfermedad implica.
Durante el curso de la enfermedad, podrán afloran sentimientos de culpa, negación, rabia, depresión o frustración que son difícilmente comprendidos y aceptados por el paciente y sus familiares.
Es fundamental que el paciente participe activamente en su tratamiento, con responsabilidad y dedicación, que cultive su vida espiritual y que la familia y amigos se haga presente con apoyo, comprensión y amor .
A medida que se acepte la enfermedad se irán retomando actividades o incluso volver a su trabajo habitual si los horarios lo permiten. Se recomienda la realización de actividad física moderada y que no privarse de asistir a reuniones sociales.
La idea es que su vida sea lo más parecida a lo que era antes de enfermarse y que vea en el tratamiento de diálisis una oportunidad para vivir, para disfrutar a los seres queridos, ver crecer a sus hijos o nietos y no una carga.